A medida que se acercaban a la Reina, las sombras se volvían más gruesas y densas, envolviéndolos en un abrazo inquietante.
Acurrucado en la palma de Noir, Gu Luoxin se sentía completamente seguro y protegido, pero no podía evitar preocuparse por otros cuyo destino no había sido tan afortunado como el suyo.
—¡Senior, Lucius, ¿cómo os encontráis?! —alzó la voz contra los lamentos lastimeros y los rugidos ominosos de las sombras que giraban en el aire.
En lugar de una respuesta, los dos simplemente le dedicaron un seco:
—Hmph —como si dijeran «no te preocupes por mí».
Sin embargo, Gu Luoxin no pudo evitar notar los claros signos de agotamiento grabados en el rostro de Noir, y las grandes gotas de sudor que rodaban por su sien. Su paso también había disminuido, como si estuviera avanzando a través de arenas movedizas, lo cual no estaba lejos de la verdad considerando su predicamento actual.