Mientras los cultivadores evacuaban, las criaturas que acechaban en lo profundo de la niebla se escondían de Qie Ranzhe, pero ¿cómo podía él dejarlas en paz? Llamas rojo brillante aparecieron en sus palmas mientras caminaba por la niebla como si estuviera dando un paseo casual.
Sus manos caían a ambos lados de su cuerpo con las palmas hacia el suelo. Como si fuera gas inflamable, la niebla se prendía fuego con cada paso que daba, haciendo que la mujer gritara horrorizada.
—¡AAAAAHHHHH! ¡Me duele... Detente, detente, me estás lastimando! —gritó como una niña pequeña, pero Qie Ranzhe no se detuvo.
Intensificó el ataque con la intención de atraerla. Cuanto más fuertes eran los gritos desgarradores, más ardientes eran las llamas.