Santa Di Anfu estaba profundamente molesta por el repentino ataque de Ling Feng. La relación entre ellos no podría etiquetarse como enemigos, ni podría pasar por amistad. Si hubiera que describirlo en una sola palabra, “rivales” sería la más adecuada.
—¡Hey, hey, no me mires así de aterrador! —Ling Feng se encogió de hombros y dijo—. Esto es solo un abrazo amistoso, nada más. ¡No dejes que tus pensamientos se desvíen!
Santa Di Anfu miró a Ling Feng con resentimiento.
—Creo que son tus pensamientos los que se han desviado, ¿no es así? ¿Por qué no te quedas en Huaxia? ¿Qué te trae a París?
Ling Feng levantó la cámara en su mano y dijo:
—Solo estoy siguiendo los pasos de la belleza, eso es todo. Pero no logro entenderlo, ¿cómo puede una Santa de la Iglesia de la Luz tener el tiempo de vacacionar en París? ¿Podría ser que te sientas inquieta y busques un encuentro romántico aquí?
Santa Di Anfu le dio a Ling Feng una mirada desdeñosa.