―¿Puedo preguntar, como tu aliado, qué es exactamente lo que necesito hacer? ―Ling Feng no pudo evitar preguntar.
La Santa Di Anfu sonrió levemente.
―No te preocupes, es absolutamente algo bueno. Pero en cuanto a los detalles, esperemos a reunirnos con nuestro arzobispo para discutirlos.
Muy pronto, los dos llegaron frente a una catedral enorme. La catedral ya había sido ocupada por la Corte Papal de la Luz. Adentro, aparte de los miembros de la Corte Papal de la Luz, no había ningún extranjero.
―¡Esta es una de nuestras bases de la Corte Papal de la Luz en París! ―dijo la Santa Di Anfu con una sonrisa―. Si alguna vez tienes problemas que no puedes resolver y deseas buscar mi ayuda, no dudes en venir aquí, ¿de acuerdo?
Ling Feng estaba preparando una respuesta mordaz, pero una mirada fría repentinamente se posó en él.
La expresión de Ling Feng se endureció. Una muestra tan evidente de hostilidad hacia él; no había muchas personas así.