Hao Jian acababa de abrir la puerta cuando sus ojos se abrieron de par en par por la sorpresa, pues encontró a Diosa Luna Jiang y a otras dos mujeres esperando en su habitación.
—Señor, ¿ya volvió? —le dijo Ruo Lan con una actitud frágil y gentil—. Le he preparado el agua para el baño, por favor, adelante y báñese y cámbiese —se acercó sosteniendo unas pantuflas en sus manos y colocándolas a los pies de Hao Jian.
—Esposo, debe estar hambriento, ¿verdad? —dijo Diosa Luna Jiang, también se acercó sosteniendo un plato de ensalada de frutas recién cortada y hasta le dio de comer un pedazo a Hao Jian con su mano.
Hao Jian se quedó pasmado, ¿era esto una competencia por el favor en el harén? Pero, ¿dónde estaba Shu Ya?
Diosa Luna Jiang y Ruo Lan estaban ambas ansiosas por complacer a Hao Jian, una preparando sus pantuflas y la otra organizando la comida, pero Shu Ya no; ella estaba parada junto al sofá, con los brazos cruzados, con una mirada intensa mientras observaba a Hao Jian.