Zhang Shaoqiang actuó como un perro rabioso, echando toda la culpa sobre Liang Fei en su desesperado intento por salvar su propia vida.
—Doctora Zhang, no se atrevió a admitir que antes de que el anciano maestro cayera en coma, usted procesó esas píldoras venenosas y las empaquetó como medicamentos antihipertensivos. Ahora que el anciano maestro está inconsciente, usted fue adelante y le dio el veneno.
—Cuando entré en la habitación hace un momento, encontré el veneno que dejó al lado de la cama del anciano maestro. Temerosa de ser descubierta, tomó las píldoras en secreto y las arrojó al césped, nunca esperando que Tía Liu las recogiera y las trajera de vuelta. Ahora, todo ha quedado resuelto, los hechos están frente a nosotros, ¡y aun así no lo admite!
En ese momento, Liang Fei era como Sherlock Holmes, observando todo meticulosamente y presentando todas las pruebas, dejando a Zhang Shaoqiang sin palabras.