—Demitri, quédate en casa —dijo Lucio, mirando a Aiden para que lo siguiera.
—¿Por qué? Pensé que podría ayudarte —dijo Demitri.
—Deberías quedarte en casa. Si necesito ayuda, te llamaré —afirmó Lucio.
—Está bien —dijo Demitri y los vio marcharse.
Entrando al coche, Lucio arrancó el motor y lo condujo fuera de la finca. Marcó el número de Dario, quien atendió la llamada poco después.
—¿Sí, Lucio? —preguntó Dario.
—Me encargaré de Serafina. No necesitas volver a verla. Además, dime ¿dónde está ella? ¿A dónde fuiste para encontrarla? —preguntó Lucio manteniendo la mirada fija en la carretera.
—Lucio, voy a denunciarla en la policía. Ya estoy en camino —pronunció Dario.
—Solo haz lo que te digo, Sr. Rosenzweig —dijo Lucio con severidad—. Borraré la existencia de Serafina para siempre, así que no hagas nada. Y no abras la boca delante de Layla acerca de esta conversación —le advirtió a Dario.