—Vayamos y digamos a todos la verdad entonces. Por favor, no lo enfrentes solo —le aconsejó Aiden, reprimiendo sus lágrimas.
—¿Y luego qué? —preguntó Lucio.
—Más cerebros significan más ideas —respondió Aiden.
—No. El Zar matará a cada uno de ustedes uno por uno. Acaba de matar a Serafina en mi nombre. Así de retorcido es. Dejó morir lentamente a Matteo a propósito. Ahora cuestiono mi existencia. ¿Por qué mi madre no me dejó en Rusia y me trajo aquí? Por mi culpa, se han arriesgado tantas vidas —dijo Lucio, mientras se le escapaba una lágrima del ojo izquierdo.
Aiden quedó estupefacto al saber que el Zar había matado a Serafina y lo retorcido que era.
—Jefe, nunca fue tu culpa. Matteo eligió protegerte porque te consideraba su hermano más que un amigo —afirmó Aiden, dándole consuelo y fuerza con sus palabras.
Lucio no dijo nada y se quedó así por un rato.
—Quiero ver a mi papá —dijo, por fin rompiendo el hielo.