Layla se movió en el colchón y sintió la ausencia de su esposo. Cuando su mano la tocó, se dio cuenta de que Lucio no estaba en la cama y, de inmediato, abrió los ojos.
—¡Lucio! —Layla se sentó y se giró para encontrarlo sentado en la silla, vestido como si fuera a salir a algún lugar.
Lucio, quien había tomado una siesta en la misma silla, se levantó para acercarse a ella. —Buenos días, esposa —le plantó un beso suave en medio de su frente y sonrió—. Te asusté, ¿no? Por cierto, me dirijo a Rusia —dijo mientras se sentaba frente a ella.
—¿Por qué? —Layla se sorprendió al escuchar eso de primera hora de la mañana.
—Para atrapar a Vladimir antes de que huya. No te preocupes. Esta vez estoy completamente preparado, Layla. Derribaré su imperio porque solo yo puedo hacerlo —Lucio declaró con una mirada decidida.
—Lucio, llévame contigo —dijo ella.