Al entrar Lucio a la sala mientras se secaba el cabello húmedo con la toalla, encontró a Layla preparando la mesa con el desayuno. Estaba eufórico de verla y dejó la toalla descansar sobre la silla.
Acercándose a ella, Lucio la abrazó por detrás después de que ella se enderezara y ocultó su rostro en la curva de su cuello.
—Lucio —ella susurró su nombre como una plegaria y él hizo lo mismo—. Layla.
—Lo lograste —dijo ella girándose para enfrentarlo, sus manos moviéndose hacia sus hombros.
—Todo gracias a ti —él respondió.
—Y a los demás también —afirmó Layla.
—Sí —Lucio asintió—. Vamos a desayunar entonces. Me muero de hambre —dijo con una sonrisa.
Los dos se sentaron rápidamente en el sofá y disfrutaron juntos de la comida. —Ahora, ve a la cama y duerme. Yo me llevaré esto abajo —Layla le instruyó mientras recogía los platos en la bandeja.
—Puedo ayudarte —Lucio insistió, pero ella lo rechazó rotundamente.
—No. Ve a la cama. Necesitas descansar bien, Lucio —le recordó.