—Padre, ¿en qué estás pensando? —preguntó Layla mientras entraba al jardín alrededor de la mansión. Tenía una bufanda en la mano y se paró frente a Alekis.
—Hace frío afuera. Padre debería cuidar bien su salud —susurró Layla y envolvió la bufanda de lana alrededor del cuello de Alekis.
Alekis sonrió y le agradeció por ser una persona tan atenta. —Siempre he dicho esto y lo diré de nuevo, que la familia De Salvo tiene suerte de tenerte, Layla —una sonrisa se dibujó en sus labios, que lentamente se desvaneció.
—Padre, yo también me siento bendecida de ser parte de una familia tan maravillosa —respondió Layla—. Lucio y los demás vuelven hoy. Deberían estar aquí por la tarde —informó.
—Espero que Lucio finalmente haya encontrado su cierre —dijo Alekis.
—Así es, Padre —la cálida sonrisa de Layla fue suficiente para decirle a Alekis que ahora todo estaba bien.