Rendida a su toque

Layla pasó la servilleta por su boca, echando un vistazo a sus padres mientras se sentaban enfrente de ella. Habían invitado a ella y a Lucio a almorzar, pero Lucio, atado con una reunión importante, no había podido unirse a ellos.

Mientras tomaba un sorbo de agua, su madre, Miriam, finalmente habló, su voz teñida de preocupación. —¿Cómo has estado últimamente? Hemos oído cosas... y parece que ha estado pasando mucho contigo y Lucio —sus preocupados ojos se encontraron con los de Layla.

Layla dejó su vaso sobre la mesa, su expresión tranquila pero firme. —Serafina ayudó a un líder de la mafia de Rusia —declaró—. Está muerta.

—¿Qué? —Miriam y Darío exclamaron al unísono, sorprendidos.

Miriam se inclinó hacia adelante, frunciendo el ceño. —¿Por qué no nos dijiste esto antes?