—Lamento haberte hecho esperar. Surgió un trabajo urgente —dijo Sylvia, apartando una silla. Pero en el momento en que su mirada se posó en Varya, su expresión cambió de una disculpa casual a la sorpresa—. ¿Tú? —exclamó, con los ojos abiertos por la incredulidad.
—Yo soy Varya Sokolov —se presentó.
La sorpresa de Sylvia se transformó rápidamente en irritación—. Conseguiste mi número a través de Roger, ¿no es así? —acusó.
—Sí —admitió Varya sin dudarlo—. ¿Por qué no te sientas? —señaló hacia la silla.
—No quiero hablar contigo —espetó Sylvia, cruzando los brazos a la defensiva.
—¿Siempre has sido tan terca, Sylvia? —reflexionó Varya—. No vine aquí para pelear contigo.
—¿Acaso olvidaste lo que me hiciste ayer? —exigió Sylvia. Sus ojos recorrieron el café, tomando la calmada atmósfera que ahora estaba alterada por su tensa conversación.
Con un suspiro, finalmente se acomodó en la silla, colocando su bolso en la que estaba a su lado. Solo entonces, Varya también se sentó.