Sylvia recogió la taza, tomando un sorbo lento de su café. Al volver a colocarla en el platillo, su mirada se posó en Lucio.
—Deberías haber venido a mí en el momento en que supiste la verdad sobre mi hermano —dijo con una pequeña risa—. Ahora, cuanto más me queje, más tonta pareceré.
Lucio soltó un suspiro tranquilo, entrelazando sus dedos mientras juntaba sus manos. —Lo siento, Sylvia —admitió—. Debería haberme esforzado más por entenderte. En cambio, ignoré tus sentimientos y te etiqueté como nada más que una chica rebelde. —Su voz se suavizó—. Honestamente, solo pensé que sería mejor si te alejabas de todo esto. Pero nunca pude explicártelo con mejores palabras.