De vuelta para atormentarme

Layla abrazó a su madre y a su padre cálidamente antes de entregarles los regalos. —Lucio y yo trajimos estos de Suiza —dijo con una sonrisa.

Miriam tomó el regalo con gratitud, sus ojos parpadearon hacia la puerta. —Fue muy considerado de tu parte, cariño. Pero Lucio... ¿no vino contigo? —preguntó con curiosidad.

Layla sacudió la cabeza. —No, tenía un compromiso de trabajo importante, así que se fue justo después de dejarme —explicó.

Miriam suspiró y luego ofreció—. Hace mucho frío afuera. ¿Te gustaría un poco de café para entrar en calor?

—Me encantaría —respondió Layla, acomodándose en el sofá mientras sus padres tomaban asiento. Miriam ya había dado instrucciones a la criada para preparar una taza para ella.

—Acabamos de tomar un poco de té hace un rato —añadió Dario, apoyando sus manos en el reposabrazos.