Dolía con la traición

El rostro de Orabela casi chocó con el pecho del hombre y su corazón se aceleró. Pero no era solo por el miedo a chocar con la bicicleta, sino también por la repentina e inesperada cercanía con un desconocido.

—¿Estás bien, señorita? —la profunda voz del hombre rompió su aturdimiento, devolviéndola a la realidad.

Ella levantó la mirada, encontrándose con sus ojos por primera vez. Sus ojos mostraban preocupación, pero Orabela rápidamente asintió. —Gracias —dijo suavemente antes de alejarse, poniendo distancia entre ellos. Sin decir otra palabra, se dio la vuelta y desapareció en la calle.

Zayne observó su figura alejándose, con el ceño ligeramente fruncido. —Parece que la he visto antes —murmuró para sí mismo, pero no se esforzó mucho para recordarla.

El zumbido de su teléfono lo sacó de sus pensamientos. Llevándolo a su oído, contestó, —Sí, estoy en camino. ¿No puedes esperar un poco? Sin esperar respuesta, suspiró y comenzó a caminar hacia el restaurante.