Layla bebió el agua y colocó el vaso sobre la mesa antes de tomar el bolígrafo. Abriendo el archivo en la carpeta negra, leyó con interés el contenido antes de firmarlo.
No se dio cuenta de que Lucio había entrado en la oficina, ya que sus pasos eran silenciosos.
—¡Ahh! —gritó Layla cuando sintió dos manos en sus hombros y levantó la cabeza hacia arriba.
—Lo siento. No quería asustarte —dijo Lucio.
—¿Cuándo llegaste? —preguntó Layla mientras se masajeaba el pecho.
—Hace un momento —respondió Lucio—. Estabas tan absorta en el archivo que no te diste cuenta —añadió.
—¿Terminaste tu trabajo? —preguntó Layla.
—Sí. Me sentaré tranquilo allá y dejaré que termines el tuyo —aseguró Lucio—. O si quieres que te ayude, puedo hacerlo.
Layla negó con la cabeza.
—Solo siéntate allí —dijo.