Una mujer es a menudo culpada

Lucio tomó un sorbo lento de su café matutino, el rico aroma llenando el aire mientras hojeaba el periódico. Después de dejarlo a un lado, alcanzó su teléfono para llamar a Layla, con la intención de recogerla. Antes de que pudiera marcar, una voz familiar y melódica lo llamó.

—¡Lucio!

Su cabeza se levantó instantáneamente. Al verla, se levantó, colocando con cuidado la taza sobre la mesa.

—¿Por qué viniste sola? —preguntó, su mirada sombreada por la preocupación.

Layla sonrió, dejando su bolso y una bolsa de papel sobre la mesa.

—Acostumbraba viajar sola antes del matrimonio también —le recordó juguetonamente.

Se inclinó, presionando un suave beso en sus labios, el tenue sabor del café flotando entre ellos antes de que ella rodeara sus brazos alrededor de él.

Lucio exhaló suavemente.

—Ahora, esto se siente como un verdadero consuelo. Te extrañé anoche.