¿¡Ella te engañó!?

Esa noche, Lucio llegó al café donde había acordado reunirse con Carlo. La azotea estaba desierta, salvo por ellos dos.

Carlo dejó su taza en el platillo y encontró la mirada afilada de Lucio.

Lucio no perdió tiempo en cortesías.

—No tengo interés en convertirte en mi enemigo. Así que retira a la mujer que enviaste a infiltrarse entre mi gente.

Carlo estudió a Lucio con intensidad, una sonrisa ladeada asomándose en sus labios.

—No eras este tipo de hombre antes de tu matrimonio. Hacer las paces con mafias nunca fue parte de tu naturaleza. Parece que el matrimonio te ha cambiado bastante —reflexionó.

La expresión de Lucio se mantuvo neutral.

—Haz lo que te digo, Carlo —ordenó.

Carlo inclinó la cabeza, una chispa de diversión en sus ojos.

—Dime algo, Lucio, ¿mataste al Zar Romanov y a su padre?

—Sí —respondió Lucio sin vacilar—. ¿Por qué?

Carlo dejó escapar una risa baja.