Ante la tierna vista

Aiden abrió la lata de cerveza fría que había comprado en la tienda de la esquina, dando unos largos sorbos mientras caminaba por la tranquila calle hacia el complejo residencial. El sol estaba bajo en el cielo, proyectando largas sombras sobre el pavimento.

Justo al doblar la esquina, sus pasos se ralentizaron. Más adelante, vio a Sylvia acercándose a la entrada, con los brazos cargados de varias bolsas de la compra.

Terminando el último trago de su bebida, Aiden tiró la lata vacía en un contenedor cercano y aceleró el paso. Al llegar al edificio, notó que ella luchaba por apretar el botón del ascensor con las manos llenas.

Sin decir una palabra, se acercó y presionó el botón por ella.

—Gracias —dijo Sylvia suavemente, mirándolo.

Un leve rubor coloreó sus mejillas, y rápidamente apartó la mirada.

—¿Necesitas ayuda con eso? —preguntó Aiden, señalando las bolsas.

—No, está bien. Las tengo —respondió ella, aunque el esfuerzo en su voz sugería lo contrario.