—Menos mal que no me ha escuchado —soliloquió y se aclaró la garganta antes de hablar—. Abre bien las piernas para que pueda ver tu coño —dijo Marcos e inmediatamente Ana se sintió tímida de repente. ¿Este hombre iba a follársela? Se sentía preguntando sin vergüenza.
Ana obedeció, separó las piernas y exhibió su coño frente a su cara.
—Acuéstate boca arriba —instruyó él— y ella hizo lo que le dijeron. Se recostó en la mesa y ahora su rostro estaba mirando hacia el techo. Su respiración se aceleró y su corazón latía más rápido porque no tenía idea de lo que le iba a hacer o de lo que estaba haciendo. —Levanta la pierna y pon tus pies sobre el escritorio —ordenó y ella hizo lo que le instruyó. Apoyó su pie en la mesa y arqueó la pierna hacia arriba. —Perfecto —dijo él con una sonrisa pícara. Se deleitó la vista con su coño rosa, estaba húmedo con su fluido blanco, no mentía cuando dijo que estaba mojada. Los labios de su coño ya estaban abiertos y podía ver perfectamente su pequeña entrada abriéndose ligeramente y goteando fluido blanco. Se sintió aún más satisfecho al ver que estaba perfectamente depilada. Le encanta cuando las mujeres están bien depiladas allí abajo, muestra que están limpias.
—Colocó dos dedos entre los labios de su coño abierto y ella ahogó un gemido. Sus músculos se tensaron y soltaron más fluido de su entrada. Las ganas de lamerla limpia luchaban con él, pero ahora tenía que concentrarse en hacer su trabajo.
—El pecho de Ana subía y bajaba, su pecho se elevaba y caía simultáneamente. Estaba llena de tanto placer, sólo deseaba que sus dedos viajaran hacia su entrada y la masturbaran con los dedos. Extendió sus manos y alcanzó el borde de la mesa y se agarró a ella. Estaba caliente y lista para follar pero él la estaba poniendo intensa. Sintió su dedo grueso abriéndole la entrada y sintió que iba a perderlo. —Oh, mierda —arqueó la espalda mientras respiraba.
—Señorita Ana, ¿no eres virgen? —preguntó Marcos, más probablemente en un tono interrogativo mientras deslizaba la punta de su dedo hacia su clítoris con una larga caricia contra su rajita húmeda.
—No soy virgen —respiró Ana mientras movía su cuerpo tratando de hacer que sus dedos rozaran su coño.
—Marcos rodeó su clítoris con su dedo, lento y constante mientras ella ahogaba ocasionalmente un gemido. ¿Cómo podía ser tan bueno en esto? No podía controlar su respiración ni podía controlar el movimiento de su cuerpo porque sólo quería que su dedo se deslizara dentro de su jodido coño mojado. Oleadas de placer estallaban en su cuerpo mientras él la provocaba con sus dedos en su clítoris y ella mordía fuerte sus labios para retener el gemido y evitar que escapara de sus labios.
—El jugoso aroma llegaba a su nariz. Era tan tentador lamerla, pero tenía que luchar consigo mismo.
Marcos retrocedió con su silla. No quería devorarla ahora, no tan pronto.
—Señorita Ana, por favor levántese —ordenó educadamente y su rostro se tiñó de decepción.
Ana se sentó y bajó la pierna de la mesa, "Señor..."
—Lo siento Ana, pero tu situación es peor de lo que pensaba —dijo Marcos y ella frunció el ceño, confundida.
—Señor, ¿podría ser más específico? —preguntó Ana.
—Eres 100% sensible, tu cuerpo reacciona rápido a mi toque, cada parte de tu cuerpo tiene un punto mortal, es como si toco tu cara, reaccionas casi inmediatamente —explicó Marcos pero su mente no estaba en eso, estaba pensando en ser follada por él.
—Entonces, ¿qué estás tratando de decir? ¿Cuál es la solución? —preguntó Ana, estaba enfadada porque no la tocó o folló solo para drenar su urgencia sexual. Admitía que era avariciosa, pero no era su culpa que él la excitara en primer lugar.
—Una cita de un día no puede curarte, señorita Ana —dijo Marcos.
Ella frunció el ceño —Entonces, ¿qué? —preguntó Ana.
—CONTRATO DE 10 DÍAS CONMIGO —dijo Marcos con una sonrisa matadora que le envió un escalofrío electrizante por la espina dorsal. La miraba intensamente a los ojos y eso la ponía nerviosa.