Ann sintió arder la ira dentro de ella al ver salir a las mujeres. No podía decir si era por el hecho de que el doctor del sexo estaba complaciendo a otra mujer en lugar de a ella o por el hecho de que la había dejado esperando afuera. Se giró para entrar a la oficina pero detuvo su paso cuando se abrió la puerta y Marcos salió.
—Vamos, vayamos —dijo Marcos mientras caminaba hacia el ascensor. Se abrió y él entró.
Ann se quedó atrás mirándolo con incredulidad, esperaba una disculpa por haberla hecho esperar afuera, pero en lugar de eso, pasó a su lado como si no notara su presencia.
—Apúrate, no tenemos mucho tiempo —ordenó Marcos, lo que hizo que ella saliera de sus pensamientos y corriera al ascensor antes de que se cerrara.
Ann carraspeó para romper el incómodo silencio entre ellos. Tenía curiosidad por saber a dónde iban en lugar de estar en la oficina.
—¿Puedo saber a dónde vamos, señor? —preguntó impulsada por la curiosidad, ya no podía contenerse más.