—Lo siento señor, lo siento mucho, no quería hacerlo —balbuceó mientras se agachaba al suelo y comenzaba a recoger los vidrios rotos.
—Perra, ¿no querías hacerlo, eh? —gruñó Diego con furia mientras se dirigía hacia ella—. Deja esa mierda y lárgate de aquí —ordenó.
—Sí, señor —la asistencia del hotel se levantó de un salto e hizo un giro para irse.
—Detente —ordenó Rocco a la asistencia del hotel y ella se detuvo rápidamente—. Tragó nerviosamente, mirando fijamente el pasillo vacío mientras esperaba—. ¿Cómo te llamas? —preguntó mientras se levantaba y comenzaba a acercarse a ella, su erección saltando a cada paso que daba.
—Rocco, ¿en serio estamos haciendo esto ahora? —preguntó Diego, ya molesto.
—Yo me encargo —dijo Rocco mientras alcanzaba el cabello de la mujer y lo agarraba—. Tiró de él hacia abajo, acercando su cara mientras su otra mano aprisionaba ambos brazos de ella en un agarre como un torno.