Ella se estremeció y silbó, tratando de contener el gemido que tentaba escapar de su boca.
Rocco apoyó su mano plana contra su estómago desnudo y la deslizó hacia abajo hasta su falda, donde la metió por dentro.
—Ha —jadeó cuando la mano de Diego se deslizó alrededor de su cintura y la hizo arquear su espalda hacia adelante. Su movimiento era lento pero embriagador. Viajó lentamente con su mano hasta el gancho de su sostén y lo desenganchó.
—Suéltala, Rocco —ordenó Diego, lo cual Rocco hizo. Soltó su agarre sobre ella y liberó su mano mientras Diego se quitaba la mano de su sostén y lo lanzó lejos de su pecho.
Su mano se movió voluntariamente hacia su pecho, cruzándolo y presionándolo contra su pequeño seno para ocultarlo de su vista.
—Levanta la mano —el mandato masculino y autoritario de Diego casi la hizo convulsionar en ese lugar.
Cerró los ojos, sintiéndose avergonzada mientras levantaba su mano sobre su cabeza.