—¡Hola, doctor! —dijo ella mientras tomaba su mano con un firme apretón—. Encantada de conocerte, Ann me ha hablado mucho de ti.
—Claro, claro —dijo Marcos mientras le estrechaba la mano durante unos segundos antes de soltarse.
—Lamento la forma en que mi amiga, Ann, te trató —se disculpó Silver y él asintió.
—No tienes que hacerlo —dijo Marcos mientras se metía ambas manos en los bolsillos.
—Por favor, cuida de mi amiga porque es una buena persona y realmente necesita ser curada —dijo Silver antes de regalarle una sonrisa y antes de que Marcos pudiera responder, Ann intervino.
—Ya basta —dijo Ann.
—Iré a buscar tu bolsa —dijo Silver y corrió hacia la casa.
—Mira, yo... —Ann intenta hablar pero Marcos la detiene.
—No tienes que hacerlo... además, solo eres mi cliente, así que no importa —dijo él calmadamente—. Encuéntrame en el coche —dijo Marcos y se despidió.
—Aquí está tu bolsa, Ann —dijo Silver mientras sacaba su bolsa de la casa y la colocaba junto a Ann.