TRES DÍAS PARA HACERLO MÍO

Ann entró en la habitación y cerró la puerta tras de sí. Se sentó en la cama y comenzó a quitarse la cera de la piel mientras esperaba a Marcos. Se levantó enseguida al ver que la puerta se abría. —Señor, ha llegado —sonrió cuando él se acercó a ella. Vestía todo de negro, lo que le daba un aspecto muy profesional.

—Aquí —le ofreció un documento y un bolígrafo—. Fírmalo —Marcos ordenó fríamente y por alguna razón, intentaba evitar mirarla a los ojos.

—Está bien —Ann dijo y tomó el papel y el bolígrafo sin pensárselo dos veces. Lo apoyó en la mesita de noche y garabateó su firma antes de devolvérselo—. Listo —dijo.

Marcos suspiró, aunque esto no era lo que había planeado, aún formaba parte del contrato dejarla ir. —Bien, deberías empezar a empacar ahora —dice y ella frunce el ceño.

—¿Qué? —preguntó Ann, confundida.

—Acabas de firmar la terminación del contrato.