Ann entró en la habitación y cerró la puerta tras de sí. Se sentó en la cama y comenzó a quitarse la cera de la piel mientras esperaba a Marcos. Se levantó enseguida al ver que la puerta se abría. —Señor, ha llegado —sonrió cuando él se acercó a ella. Vestía todo de negro, lo que le daba un aspecto muy profesional.
—Aquí —le ofreció un documento y un bolígrafo—. Fírmalo —Marcos ordenó fríamente y por alguna razón, intentaba evitar mirarla a los ojos.
—Está bien —Ann dijo y tomó el papel y el bolígrafo sin pensárselo dos veces. Lo apoyó en la mesita de noche y garabateó su firma antes de devolvérselo—. Listo —dijo.
Marcos suspiró, aunque esto no era lo que había planeado, aún formaba parte del contrato dejarla ir. —Bien, deberías empezar a empacar ahora —dice y ella frunce el ceño.
—¿Qué? —preguntó Ann, confundida.
—Acabas de firmar la terminación del contrato.