—¿Ya has terminado? —preguntó.
—¿En serio? —Una leve burla—. Eso fue lo más suave que he hablado.
Ella se encogió de hombros.
Honestamente, casi la convence.
Casi.
—No sé. Sonó un poco áspero por los bordes. No fue tan hipnotizante como creías que sería.
Una risita ligera resonó a su alrededor, una que sonaba un poco lejana de ella ahora. Relajó su agarre sobre la daga, aliviada de que quizás no tendría que usarla, además del hecho de que estaría luchando contra lo invisible, ni siquiera sabía cómo manejar el arma.
Así que, estaba bien de esta manera.
—Un poco de práctica y te tendré enrollada alrededor de mis dedos —dijo él.
—En tus sueños —respondió ella.
—Tus sueños, por supuesto. ¿Dónde más?
Ella apretó los dientes, alejándose.
Su actitud arrogante empezaba a irritarla y si no estuviera en una situación tan apremiante ahora, tendría mucho que decirle.
—No tengo tiempo para estas tonterías —dijo ella, cortante.