Su mano se aflojó alrededor de su cuello, y ella cayó al suelo, tosiendo mientras él retrocedía un par de pasos, observándola jadear por aire en el suelo, tratando de recuperar lo que le habían privado.
—E--li--
—¡Silencio!
Las palabras hicieron que algo se rompiese en ella y miró hacia arriba al hombre al que amaba.
—¿Qué pasó?
—No quiero oír mi nombre en tus labios.
Perpleja, se levantó lentamente, su fría mirada pesaba mucho sobre ella.
Cuando habló de nuevo, su voz era como un susurro mortal.
—No quiero que me repitas los dictados venenosos del Ladrón de Novias.
Su corazón golpeaba fuertemente en sus oídos ahora.
—No entiendo —las palabras se le escaparon por los labios, la temblorosa voz fallaba la firmeza a la que intentaba aferrarse.
Algo le decía que ella sí entendía lo que estaba ocurriendo, pero se estaba aferrando a esta negación.
Tal vez si se aferraba a esta ignorancia el tiempo suficiente, todo desaparecería.
Lo estaba perdiendo.