—Había matado a su padre y era una bruja.
—¡Dos cosas que cambiaron su vida le sucedieron a la vez!
—Taria no sabía cómo se suponía que debía sentirse, pero lo que sí sabía era que se sentía tan emocionada y feliz.
—Una risita se le escapó de los labios mientras observaba la sangre correr por el cuello de su padre y empapar la cama.
—El salpicar de su sangre en su bata blanca de noche era algo de lo que estaba orgullosa.
—Los ojos sin vida de él le daban tanta alegría que casi olvidaba las consecuencias de lo que había hecho.
—Incluso cuando recordaba, solo podía pensar en cómo había magia en la punta de sus dedos, en cómo era una mujer que se había salvado a sí misma.
—Su sonrisa se desvanecía en las comisuras y se levantó.
—Pronto la estarían buscando. Ya podía oír los gongs a lo lejos, y algunos gritos distantes sobre una bruja rondando.
—¿Ya la estaban buscando?! ¡Vaya, ni siquiera le dieron tiempo para deleitarse en su victoria!