—Habían pasado dos días desde que llegaron a Tikivah, y una noche desde el intento de suicidio de Taria.
Anoche, su padre había estado ocupado discutiendo una propuesta con el Jefe Zeppus, que no había venido a revisarla.
Esperaba que esta noche fuera igual. Había pasado todo el día sola en esta habitación de invitados que le habían asignado, y deseaba pasar su noche de la misma manera.
Salvo que nunca había estado realmente sola, no después de aquella noche con el guerrero entrometido.
Hasta había olvidado cómo se llamaba, pero recordaba claramente sus palabras.
De hecho, le habían estado persiguiendo desde que las había escuchado, y cuanto más lo pensaba, más su mente entretenía la posibilidad de matar a su padre.
Quizás era por cómo la había mirado cuando lo dijo, como si la considerara capaz de borrar sus problemas si ella quería. Como si todo lo que tuviera que hacer fuera chasquear los dedos y todo desaparecería.
La miró como si no fuera solo una mujer.