Sus ojos lo siguieron, hasta que él estuvo arrodillado a su lado. La duda en sus ojos la hizo sacudir la cabeza. —No estoy loca, Eli. No me mires así como si lo estuviera.
—No estás loca.
—¿Me crees? —Se apartó para mirarlo y él le dio una sonrisa reconfortante, mientras le tomaba la cara con las manos.
—No estás loca.
Permanecieron en la magia del momento, hasta que el sonido de unas alas correosas rompiéndolo hizo que finalmente se apartara de él.
Alaris se veía tenso y su mirada encontró primero el brazalete en la muñeca de Belladonna antes de mirar rápidamente alrededor en busca de algún signo de peligro.
No encontrando ninguno, preguntó—. ¿Qué ocurrió aquí?
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Habían regresado al castillo esa noche, con Alaris en su forma de dragón y cada uno de ellos asegurado en sus garras.
Fue un viaje muy aterrador, especialmente para Belladonna, quien no estaba acostumbrada a ver las cosas desde esa altura.