Alaris se sentó al borde de la cama, colocando sus brazos detrás de él para sostener su peso, casi parecía que no había un solo pensamiento detrás de sus ojos mientras la miraba aburrido, como si estuviera cansado de que siempre hiciera esto.
—Ella no es una Novia, su alma no fue preparada como las otras. No puede tener tal privilegio o lo habría usado.
—Pero...
—La bruja no es estúpida, Belladona. Lo habría usado.
—Bueno...
—Vamos —se levantó, acariciando su cabeza con las palmas de sus cálidas manos—. Nadie resucita de las llamas de un dragón. La bruja se ha ido, no tienes nada que temer. Si pudiera tener esa oportunidad, la habría utilizado.
—Mi miedo no es irrazonable —declaró Belladona, mirándolo hacia arriba.
Él tarareó, con un pequeño encogimiento de hombros y una sonrisa apareció en sus labios.