Su mano enguantada no dejó la de ella y no le permitió cerrar los ojos cuando el placer la golpeó.
—No apartes la mirada. Quiero que mires esto y lo recuerdes para siempre. Mira el espejo.
Por Ignas.
Este espejo.
Esto no era lo que ella tenía en mente para nada la primera vez que vio este espejo. Era como si el destino quisiera que grabara este momento en su memoria de todas las formas posibles, para que pudiera recordar este momento para siempre: su momento de derrota. Sus dedos se hundieron en su húmeda entrada y su pulgar rozó su clítoris, su ritmo rápido. Deseaba que fueran sus manos las que le hicieran esto en cambio, pero Eli llevaba su culpa como guantes y se mantenía alejado de los deseos que había anhelado como castigo. Se dejó caer hacia atrás contra él, murmurando palabras incoherentes mientras sentía el placer extenderse hasta la punta de sus dedos del pie, tanto que era difícil mantenerse de pie. Su cabeza se inclinó y su lengua recorrió su pezón.