Alex pensó que era una buena idea: «Mandy, creo que este es un buen plan. Mamá puede ir al hospital para recibir tratamiento con tranquilidad, y tú estás libre para ayudarla en casa. ¿Qué te parece?»
Mandy no pensaba que fuera una buena idea.
Mandy necesitaba ir de compras, ver películas y disfrutar de sus baños de leche y masajes tailandeses. ¿Quedarse en la casa de Meggie todos los días? Eso era absolutamente imposible.
—No es que no quiera —dijo Mandy con una sonrisa algo avergonzada—, pero actualmente estoy preparando la boda de Vicente. La boda es muy complicada, y no tengo tiempo para ayudar a Meggie.
Alex asintió:
—Entonces, ¿por qué no hacemos que vengan Janet y Bryden?
—Esos dos niños son como monos; ¡no perturben la paz de Dios! —Meggie decidió—. Mandy me ayudará. Mandy, déjame decirte, servir a Dios no es solo un trabajo; requiere sinceridad. Si Dios sabe que tu corazón no es sincero, Él se disgustará.
Las últimas palabras de Meggie llevaron un tono de advertencia.