Cariño, te extraño

Las pestañas de Emily parpadearon mientras abría lentamente los ojos.

Todo estaba oscuro a su alrededor, con solo una pequeña luz en el techo del coche.

La tenue luz proyectaba una sombra sobre la mitad de su cara, haciéndola parecer aún más pálida y demacrada.

—Emily... —Jackson frunció el ceño y suavizó su voz.

—Gracias, Jackson —Emily forzó una sonrisa—. Sea cual sea la verdad, puedo aceptarla. Mi madre no puede morir en vano. He sido su hija durante veintisiete años y nunca he hecho nada por ella.

—No estés triste, Emily —Jackson suspiró—. Esto no es tu culpa. No conoces los rencores de la generación anterior, ¿entonces por qué castigarte por sus errores?

—No estoy triste —Emily se volvió a mirarlo. Sus ojos se encontraron y Jackson quiso abrazarla, pero su mente racional le dijo que no podía. Ya estaba comprometida con otro hombre, llevaba su hijo y tenía un futuro brillante por delante. No podía arruinarlo por sus propios motivos egoístas.