El hospital estaba tranquilo.
Emily estaba sentada junto a la cama, sosteniendo al bebé que se había quedado dormido después de jugar. La niña pequeña estaba acurrucada junto a su madre, también profundamente dormida.
—Mi hijo es muy travieso. Llora cada vez que alguien más lo sostiene, pero tú lograste calmar a ese pequeño diablo para que durmiera —dijo la joven madre, yaciendo pacíficamente en la cama con un suero intravenoso alimentando lentamente fluidos frescos en sus venas.
Con ambos niños dormidos, Emily habló suavemente:
—Quizás sea porque me gustan los niños.
—Debes ser una gran mamá.
Emily sonrió.
—Eso espero. No sé si el bebé en mi vientre es un ángel o un diablo.
La joven madre continuó:
—Mi hijo es justo como su padre. Éramos compañeros de clase, y en aquel entonces, él era el estudiante más travieso, siempre causando problemas a los profesores. Nunca esperé que se convirtiera en policía, tan diferente de antes. ¿Y tu esposo?