—¿Cuáles son sus nombres? —preguntó Emily.
Para entonces, la chica estaba demasiado asustada para hablar. St. John's era una de las mejores escuelas de la ciudad, y su padre había gastado mucho dinero para conseguirle admisión. Si se metía en problemas o la expulsaban, su padre se enteraría de su relación con el chico y del lío que había causado.
—No llamaremos a nadie —murmuró la chica, su actitud cambiando drásticamente—. Está bien, me disculpo. Señoritas, lo siento. ¿Es eso suficiente? ¿Podemos irnos ahora?
—Deténganse justo ahí —la voz de Emily era severa.
La chica, molesta, replicó:
—Ya me he disculpado. ¿Qué más quieres? No llamamos a nadie, no hubo pelea. Aunque venga Mary, ella no puede hacernos nada.
—Tal vez Mary no pueda, pero la policía sí.
Emily se dirigió al gerente: