Escuela San Juan 329

Todos los presentes quedaron atónitos.

—¿Emily, que parecía gentil y suave, podía ser tan feroz?

La chica también se sorprendió, sin esperar que Emily la confrontara directamente.

—¿Qué crees que estás haciendo? ¡Ayuda, me está pegando! —La chica se sentó en el suelo, llorando ruidosamente y haciendo un escándalo:

— ¡Deben ser una banda de ladrones! ¿Robar y luego pegar a la gente? ¿Acaso no hay ley?

—¿Ley? —Emily se quitó la chaqueta y cubrió a la joven madre con ella—. ¿Cómo estás?

La joven madre apenas podía hablar por el dolor, murmurando:

—Mis hijos… Mis hijos…

—Tus hijos están a salvo. Hice que tu hija llevara a tu hijo con el personal de afuera —Emily la tranquilizó suavemente—. ¿Puedes levantarte?

La joven madre suspiró aliviada:

—Estoy bien, mientras los niños estén bien…

A pesar de sus palabras, Emily captó un leve olor a sangre. Palpó debajo de la joven madre y encontró su mano recubierta en carmesí pegajoso.