Emily cerró los ojos, tratando de regular su respiración, reprimiendo las emociones que surgían dentro de ella.
—Sr. Norman, este es el baño de mujeres —dijo, con voz forzada.
—Lo sé —respondió Satanás, inclinándose y pareciendo inhalar el aroma de su cabello—. También cambiaste tu shampoo.
—Sr. Norman, vine al Grupo Gran Muralla para brindar apoyo de diseño, no para discutir sobre shampoos o ciclos menstruales con usted —dijo Emily, su frustración apenas oculta.
Satanás no se detuvo, tomando un mechón de su cabello desde su hombro, llevándolo a su nariz. —Es verdad, es diferente. Antes usabas gardenia—ligero y fresco. Ahora, es lavanda, mucho más fuerte.
Emily tuvo suficiente. Extendió la mano y le dio un empujón fuerte.
Tal vez no esperaba que ella resistiera físicamente; retrocedió un par de pasos.
Finalmente libre, Emily casi corrió hacia fuera, como si fuera perseguida por cientos de demonios.