*Lena*
No tuve que abrir los ojos para saber quién estaba frente a mí, al otro lado de las rejas. Un pulso eléctrico resonó a través de mi cuerpo, encendiendo todos mis sentidos en un solo aliento.
Había estado aquí por una semana, al menos, basándome en cuántas veces me habían dado de comer—una semana rezando para que Xander no viniera aquí... para que no lo trajeran aquí.
Pero cuando clavé mis ojos gris pálidos en la forma ensangrentada del hombre que estaba frente a mí con la mejilla dolorosamente presionada contra el piso de piedra, mi corazón se hundió en mi estómago justo cuando un abrazo cálido y sombrío me rodeaba, guardándome—protegiéndome.
Todo lo que podía ver eran sus ojos, negros y salpicados de ámbar, reflejando la tenue luz de la linterna. Sangre... tanta sangre—resbalaba por su frente en un flujo constante.