—Te juro que de verdad estoy aquí —dije con una risa suave. Sus ojos brillaron por un momento antes de que mirara al suelo, negando con la cabeza.
Me senté en la cama, cambiando mi peso. Era dura, y me pregunté si dormir en el suelo sería más cómodo. Miré al piso, que estaba cubierto de barro seco y hollín—tal vez no.
Pero luego algo captó mi atención, algo brillante que reflejaba la luz del sol de la tarde que entraba por la solapa de la tienda. Me incliné a mirar y me quedé inmóvil, notando tres botellas vacías de whisky escondidas debajo de la cama.
Crucé miradas con Xander, notando las ojeras bajo sus ojos. Ya no era el joven que una vez fueron conocido como el Rey de la Universidad de Morhan, ya no era ese chico con pantalones deportivos y una chaqueta negra que se había interpuesto entre Slate y yo en aquel día fatídico y sin pretensiones, cuando el curso de mi vida había cambiado para siempre.