Soren gruñó y se quitó la camisa. La rasgó en tiras, atando los brazos de Sebastián detrás de su espalda con una de ellas. Ató sus tobillos con otra. La última tira, la ató como mordaza en la boca de Sebastián.
—Ahora no tendrás que escucharlo. Y si nada más, ralentizará la cantidad de aire que consume —dijo Soren, tirando a Sebastián a un lado.
Mantuvo murmullos a través de la mordaza, pero me alegré de no poder entender lo que decía.
Thomas agarró la parte de atrás de la camisa de Sebastián y lo arrastró a un rincón. Se acostó y cerró un ojo, manteniendo el otro firmemente en Sebastián.
Soren se acercó a mí y colocó sus manos en mis hombros.
—Mila, déjame explicar... es una historia larga, pero te mereces saber... —habló con una voz suave, gentil.
Rodeé el cuello de Soren con mis brazos y lo besé antes de que pudiera continuar.
Soren gruñó y me abrazó más fuerte.
—No me importa el pasado, Soren.