En ese momento, Jamie no podía escuchar nada más, pero golpeó a Allen en la cara con todas sus fuerzas con su puño. Los dientes de Allen se rompieron y él tosió violentamente. Ellen gritó de nuevo:
—¡Jamie!
Jamie se detuvo cuando su puño casi tocó a Allen. Se volvió para mirar a Ellen. En su rostro, la mezcla de su propia sangre y la que había rociado Allen lo hacía ver particularmente aterrador y sombrío. Le recordaba al Hombre sin Rostro. Jamie, cuyos ojos estaban llenos de rabia, dijo sin expresión:
—¿Todavía quieres mantenerlo para derribarme?