Allen soltó un grito desgarrador y miserable. Resultó que Jamie sostenía la correa del reloj en su palma, y su esfera estaba incrustada en sus dedos. Apuntó a la nariz de Allen y se lo lanzó. Como resultado, sus hemorragias nasales salieron a borbotones, con todo el puente de su nariz destrozado. El reloj, valorado en miles de dólares, merecía su precio. Su placa no estaba dañada en absoluto.
—Ow ow. Lunático, estás loco.
Allen se cubrió la nariz con la mano y gritó. No esperaba que este hombre fuera tan despiadado que le rompiera el hueso de la nariz.
—¡Bang! —ocurrió otra colisión. Allen sintió que también se le rompían los pómulos. ¡Qué despiadado era este hombre!
La cara de Allen estaba cubierta de sangre, así que estaba un poco asustado. Temblaba y suplicaba:
—¿Quieres dinero? Si lo quieres, puedo darte mucho dinero. Siempre que no me golpees más.
Jamie se burló.
—No me interesa el dinero. Solo...