—¿Usted es? —Jackson miró a esa persona con duda. Revisó su memoria pero no pudo reconocer al hombre frente a él.
—¡Soy yo, Larry! ¿Ya no me reconoces? —El hombre se presentó. Jackson no tenía idea de quién era Larry o Leslie o cualquier nombre que tuviera. Por su nombre, asumió que Larry debía ser uno de esos gánsteres pequeños y poco notables con los que solía juntarse.
—Jackson, ¿cuándo volviste? —Larry le preguntó.
—¡Acabo de volver hoy!
—¡Oh, cómo es que nadie sabía de tu regreso? Mi mal. Ya que me he encontrado contigo, déjame darte la bienvenida de vuelta —dijo Larry mientras extendía su mano y arrastraba a Jackson hacia su coche que estaba al lado.
Incluso un gánster pequeño como él tenía un coche. Jackson ni siquiera tenía una casa. La comparación era deprimente.