Debido a que Sang Wan había vuelto a su forma original, Nanli la enterró bajo el árbol de durazno en el patio de la oficina gubernamental. Pensó que no se vería afectada, pero esa misma noche, fue atrapada en una pesadilla.
En su sueño, parecía ser engañada por un hombre y gravemente herida. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, sangrando profusamente. Cada paso que daba hacía que sus heridas se abrieran, causando un dolor insoportable.
Finalmente, se paró frente al hombre, su voz helada:
—¿Te atreves a engañarme? Estás cortejando a la muerte.
—Ya estás al final de tus fuerzas y ¿todavía quieres resistir? —El hombre se paró erguido, exudando un aura de nobleza. Su ropa ondeaba suavemente en la brisa. Se burló, levantando su espada de nuevo, listo para dar el golpe mortal.
La niebla pareció aclararse.
Cuando la espada la atravesó, Nanli, con un dolor inmenso, finalmente vio claramente el rostro del hombre.
¡Ye Siheng!