Sin embargo, era demasiado tarde; la tela negra sobre los ojos de Lu Qing ya había sido retirada. Poseía unos ojos en forma de almendra, cuyas profundidades eran claras y serenas, especialmente cuando miraba a Zhouzhou.
Pero Zhouzhou no podía permitirse admirar; con una exclamación súbita, abrazó apresuradamente el rostro de la Abuela Qin para evitar que Lu Qing viera. Pisoteaba con sus regordetes pies mientras decía —¡Quinto Hermano Mayor, cierra rápido los ojos, no espiando la fisonomía!
—¿Pretendía ofrecerse como comida para Jinbao? ¡Cómo podía ser tan descuidado con su propia salud! Pensando esto, Zhouzhou lo miró con ira —¡Ciérralos rápido, o no hablaré contigo nunca más!
En el mundo de los niños, esta era sin duda la amenaza más poderosa.
Lu Qing había tenido la intención de decir algo, pero al ver a la pequeña niña enojada como un pez globo, mejillas infladas, vientre prominente, no pudo contenerse y soltó una carcajada.