De pie fuera de la puerta de Tatum, mi corazón latía con fuerza en mi pecho. El pasillo se sentía sofocante, el aire pesado de anticipación. Había ensayado las palabras que quería decir cien veces, cada vez esperando encontrar el valor para enfrentar al hombre que me había ayudado a recuperar quien era. Un hombre que me ayudó a sentir de nuevo. Pero ahora, mientras permanecía en el precipicio de la verdad, el miedo me atrapó.
¿Y si me rechazaba?
¿Y si confirmaba mis peores temores?
La simple idea me erizaba la piel. Nuestras conversaciones pasadas se reproducían en mi mente, torciendo mi percepción, dejándome confundida sobre sus verdaderas intenciones. Me había convencido de que él no quería saber nada de mí, que yo era meramente una sombra pasajera en su vida. Sin embargo, por más veces que intentara aceptar ese destino, no podía.
Había algo en él que no podía dejar ir.
Algo que me tenía suplicando por más.