Han pasado dos días desde la noche en que dormí con Atlas. Dos días tratando de entender el hecho de que me entregué a él sin vacilar. Dos días preguntándome cuándo, o si, se pondrá en contacto conmigo de nuevo.
Pero Atlas nunca ha sido predecible. Siempre ha estado ocupado con su posición, siempre apareciendo cuando menos lo espero o cuando no quiero que lo haga. Y desde aquella noche, no he sabido nada de él. Lo cual solo ha complicado aún más mi situación.
Mi mente está completamente poseída por el recuerdo de nuestra unión. La forma en que su toque encendió cada nervio, la manera en que me llevó al borde del éxtasis. Cada fibra de mi ser anhela regresar a ese momento, estar envuelta en su abrazo una vez más, entregándome completamente a su imponente presencia.