—En cuanto entramos al camino de entrada —me deslicé de mala gana de nuevo a mi asiento. Mi cara estaba ardiendo de roja, sin duda, ya que sabía que tendría chupetones por todo el cuello por la mañana —. Giovani me mandó una sonrisa bastante suficiente mientras intentaba con todas mis fuerzas subir mi camisa para cubrir las marcas.
Giovani me acompañó a mi habitación y me despedí de él de mala gana.
—Buenas noches, Olivia —me dijo suavemente.
—Noche —susurré mientras cerraba la puerta. Por un momento deseé haberlo invitado a entrar o haberlo seguido a su dormitorio. Era cálido y reconfortante y por alguna razón, me sentía más segura a su alrededor que sola.
Pero eso era solo un pensamiento iluso.
Bostecé mientras me deshacía de mi ropa, poniéndome unos shorts y una camiseta que había tenido por años, mientras me metía en la cama. Me aseguré de conectar mi teléfono y me colapsé en la calidez esponjosa de mis almohadas.